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20 de octubre de 2012

Alma venturosa ...


Al promediar la tarde de aquel día, cuando iba mi habitual adiós a darte, fue una vaga congoja de dejarte lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía, con tu rubor me iluminó al hablarte, y al separarnos te pusiste aparte del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa, mas ya la plenitud de la promesa nos infundía un júbilo tan blando, que nuestros labios suspiraron quedos y tu alma estremecíase en tus dedos como si se estuviera deshojando. 
Leopoldo Lugones