Ayer, mientras paseaba por un barrio
apartado, pasé por frente de la casa donde solía entrar cuando era joven. Allí,
el amor mi cuerpo había dominado con su poder maravilloso. Y ayer, cuando pasé
por la vieja calle, se embellecieron al punto por el encantamiento del amor los
negocios, las aceras, las piedras y murallas y balcones y ventanas: nada feo
quedó allí. Y mientras estaba detenido y contemplaba la puerta y permanecía
detenido y me tardaba allí delante de la casa, de todo mi ser brotaba la
guardada emoción del placer.