Es mentira que el desamor llegue de
repente. Sólo que es silencioso y escurridizo. Y se disfraza. O se tapa. Como
esas pelusas incómodas que escondes bajo el sofá porque ya barrerás otro día.
Luego, hacemos como que nos sorprende. Pero saber sabíamos que estaba ahí e iba
creciendo. A veces, simplemente, crecer separa. Un día descubren que hablan
lenguas distintas y no se entienden. Ya no. Intentan acercarse y duele. Deciden
entonces dar espacio al silencio, como un ¿último? gesto de amor. Volverán a
aprender, despacio, a comunicarse. Tendrán que re-conocerse de nuevo. Descubrir
si quieren a alguien que ya no existe, o si quizás puedan quererse como son
ahora. Casi todos los días vivimos pequeños desamores. Una frase no dicha.
Palabras que hacen daño. Caricias sin respuesta. Un pequeño gran olvido.
Desilusiones. Esperas. Juegos no entendidos. Complicidades perdidas. Cosas que
no nos gustan del otro, de la otra. Nos distancian. A veces miles de kilómetros
en un solo segundo. La cuestión es cómo acercarse otra vez. Por eso el amor se
hace, por eso el amor se cuida.
Irene Choya