Puedo evocar sin dolor aquel romance extinguido. No hay amor como el amor de un idilio interrumpido. Todo en la vida traidora tiene un ocaso en su historia y haber vivido una aurora sin ocaso, es una gloria. Hablemos, pues, dulcemente de aquellas horas divinas y sin doblegar la frente ni llorar sobre sus ruinas. ¿Te acuerdas? Aquel estío fue propicio a mis canciones y vibraba el verbo mio como un haz de corazones. Cuántas veces, de los celos en el áspero amargor, hice de mi canto velos para esconder mi dolor. Y cuántas, en los delirios ardientes que desesperan te puse bajo mis lirios para que otros no te vieran. Todo acabó sin morir y murió sin acabar, porque no supo vivir o porque quiso expirar. ¿La razón? No la busquemos, es necio hurgar en lo arcano, lo quiso Dios, respetemos su designio soberano. Y pensemos solamente al mirar hacia aquel lado, que un amplio sol sin poniente nos ilumina el pasado.
Belisario Roldán