No tenés que ser bueno. No tenés que caminar de rodillas cien kilómetros por el desierto, arrepintiéndote. Solamente tenés que dejar que el animal blando que es tu cuerpo ame lo que ama. Contame de tu desesperanza, y yo te cuento de la mía. Mientras tanto el mundo sigue. Mientras tanto el sol y las piedritas claras de la lluvia se mueven por los paisajes, sobre los prados y los árboles frondosos, las montañas y los ríos. Mientras tanto, arriba, en el aire limpio y azul, los gansos salvajes vuelven a casa una vez más. Seas quien seas, no importa qué tan solo estés, el mundo se ofrece a tu imaginación, te llama como los gansos salvajes, ensordecedor y fascinante, anunciándote una y otra vez tu lugar en la familia de las cosas.
Mary Oliver