Así, como toda flor se enmustia y toda juventud cede a la edad, así también florecen sucesivos los peldaños de la vida; a su tiempo flora toda sabiduría, toda virtud, más no les es dado durar eternamente. Es menester que el corazón, a cada llamamiento, esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo, esté dispuesto a darse, animoso y sin duelos, a nuevas y distintas ataduras. En el fondo de cada comienzo hay un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir. Debemos ir serenos y alegres por la tierra, atravesar espacio tras espacio sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria; el espíritu universal no quiere encadenarnos: quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos escalón tras escalón. Apenas hemos ganado intimidad en un morada y en un ambiente, ya todo empieza a languidecer: sólo quien está pronto a partir y peregrinar podrá eludir la parálisis que causa la costumbre. Aún la hora de la muerte acaso nos coloque frente a nuevos espacios que debamos andar: las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros ¡Ea, pues, corazón arriba! ¡Despídete, estás curado!
Hermann Hesse