Envejecer también
es cruzar un mar de humillaciones cada día; es mirar a la víctima de lejos, con
una perspectiva que en lugar de disminuir los detalles los agranda. Envejecer
es no poder olvidar lo que se olvida. Envejecer transforma a una víctima en
victimario. Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se
compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras. ¿De qué me sirvió
pensar de este modo? Espero una revelación. ¿Por qué será que un
árbol embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse sólo con los
despojos de la juventud. Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de
los ejercicios, una suerte de acrobacia que es un peligro para el
corazón. Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez es un disfraz con
aditamentos inútiles. Si los viejos parecen disfrazados, los niños
también. Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta ser viejo
porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa. Soñaba
con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. No quería ser joven, porque
perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en
amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente. El tiempo transcurrido
nos arrincona; nos parece que lo que quedó atrás tiene más realidad para
reducir el presente a un interesante precipicio.
Silvina Ocampo