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30 de diciembre de 2012

Si ...


Si puedes conservar tu cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te cubren de reproches. Si puedes confiar en ti cuando los demás duden de ti y ser igualmente indulgente con sus dudas. Si puedes esperar y no sentirte cansado con la espera. Si puedes, siendo blanco de falsedades, no caer en la mentira. Si eres odiado no devolver el odio, sin que te creas ni demasiado bueno ni demasiado cuerdo. Si puedes soñar y no permitir que tus sueños te dominen. Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tus aspiraciones. Si puedes enfrentarte al triunfo y al fracaso y tratar de la misma manera a esos dos impostores. Si puedes soportar que la verdad que has dicho sea retorcida por infames para ser convertida en trampa para necios. Si al contemplar que las cosas a que diste tu vida se han desecho e inclinarte y rehacerlas con gastados instrumentos. Si eres capaz de juntar en un solo haz todos tus triunfos y arriesgarlos, a cara o cruz, en una sola jugada y si perdieras empezar otra vez desde el principio y nunca más exhalar una palabra sobre la perdida sufrida. Si puedes obligar a tu corazón, a tus fibras y a tus nervios a que te obedezcan, aún después de haber desfallecido, y que así se mantengan hasta que en ti no haya otra cosa que la voluntad gritando: “resiste”. Si puedes hablar a la multitud y conservar tu virtud, o alternar con reyes sin perder tu sensibilidad. Si nadie, ni enemigos, ni amigos pueden dañarte, si todos los hombres pueden contar contigo, pero ninguno demasiado. Si eres capaz de llenar el inexorable minuto con el valor de los sesenta segundos de la distancia final, tuya será la tierra y cuanto ella contenga, y -lo que vale más- serás un hombre, hijo mío! 
Rudyard Kipling